Instrumentos innovadores para una transición hacia una economía verde urbana

Ana María Lobo Calderón
Abogada. Especialista en Derecho Ambiental. Proyecto TEVU. OET-PNUD.
Costa Rica es reconocida internacionalmente como un destino ecoturístico por su exuberante naturaleza, hogar del 5% de la biodiversidad del mundo. El 26% de nuestro territorio continental se encuentra bajo alguna figura de conservación. Esto no siempre fue así.
En las décadas de 1950 y 1960, la política de Estado, amparada en la Ley de Tierras y Colonización, consideraba “ociosas” las tierras con bosque y promovía su tala para el establecimiento de asentamientos rurales y plantaciones de café, caña de azúcar y pastizales para ganadería. Si bien se trata de un periodo histórico importante, que dotó a personas campesinas de tierras para trabajar, también es recordado como la época en que Costa Rica estuvo a punto de perder sus bosques.
Tres décadas después, los resultados saltan a la vista: Costa Rica no solo logró detener la deforestación, sino que es uno de los pocos países que ha logrado revertir el proceso y cuenta actualmente con más del 50% de su territorio con algún tipo de cobertura arbórea.
Es justamente este tipo de cambios, estructurales y profundos, los que requiere el país para avanzar en la transición hacia una economía verde urbana, incluyendo la forma en que planificamos y gestionamos nuestras ciudades, no solo la Gran Área Metropolitana (GAM), sino en todas las ciudades periféricas, que crecen replicando las mismas problemáticas: pérdidas materiales y humanas por inundaciones con efectos acrecentados por la invasión a áreas de protección de ríos, quebradas y arroyos, impermeabilización del suelo y mal estado del alcantarillado pluvial, insuficiente acceso a agua potable en época seca, ineficiente transporte público, islas de calor, afecciones en la salud por emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), escaso acceso a espacios verdes de calidad (Lee, et al 2015), uso desmedido de agroquímicos, especialmente en zonas de recarga acuífera, disminución acelerada de polinizadores, pérdida de biodiversidad, conflictos de convivencia con fauna, deficiente manejo de especies invasoras, contaminación de ríos y suelos por mal manejo de residuos sólidos y líquidos, contaminación visual, sónica y lumínica, entre otros.